TEMA 13: EXPLOTACIÓN LABORAL
Telares en las mazmorras
EL PAÍS accede al
primer eslabón de la industria textil de Bangladesh, lúgubres fábricas de telas
con terribles condiciones laborales
Es imposible competir con la
fealdad de Dacca.
La capital de Bangladesh es el caos hecho ciudad, un amasijo de edificios
inacabados, amontonados sin plan urbanístico alguno, que tratan de cobijar a
unos 14 millones de habitantes. Solo la mitad son residentes oficiales. El
resto ha llegado, procedente de los cuatro puntos cardinales de uno de los
países más pobres del planeta, con la esperanza de darle un mordisco al 6% de
crecimiento económico, un porcentaje que llena de orgullo al Gobierno y que
convierte a la antigua Pakistán Oriental en uno de los ejemplos más exitosos
del milagro económico del subcontinente indio.
Pero a los emigrantes rurales no se les encuentra en los
relucientes centros comerciales que sirven de oasis de tranquilidad a la
emergente clase media. No, hay que bregar con un tráfico imposible durante al
menos una hora para dar con ellos en el cinturón industrial de Ashulia. Allí,
cientos de miles de personas cuecen ladrillos con técnicas propias de la Edad
Media, dan forma a pucheros, pegan suelas de zapato y, los más afortunados,
tejen prendas de vestir en alguna de las innumerables fábricas que componen la
Zona de Procesamiento de Exportaciones (EPZ, en sus siglas en inglés),
escenario de las mayores tragedias de la industria textil del país.
Por 54 horas de trabajo a la semana, y siempre bajo la amenaza de
derrumbes como el del Rana Plaza —más
de 430 muertos— o incendios como el de Tazreen Fashions, con 110
fallecidos, la mayoría de los trabajadores cobra el salario mínimo más bajo del
planeta: 3.000 takas (algo menos de 30 euros) al mes. No obstante, como apunta
Jesmin, una joven que ha estado empleada tanto dentro como fuera de la EPZ,
“aunque no existen medidas de seguridad adecuadas y muchas veces no se abonan
las horas extra ni se conceden bajas por maternidad, todo el mundo quiere
trabajar allí porque las condiciones laborales son mucho mejores”.
Abrimos la
puerta para no asfixiarnos. Lo peor es en la temporada de lluvias, no hay forma
de impedir que entre agua
No en vano, de las EPZ —creadas en los ochenta para impulsar las
exportaciones, disparar el crecimiento económico y crear empleo en barrios
deprimidos— sale gran parte de la producción textil del país, ya la segunda en el mundo.
El sector aporta en torno al 80% de los productos que Bangladesh exporta —casi
20.000 millones de euros—, y emplea a tres millones de personas en unas 4.500
fábricas.
“El empresario los fija en base a piezas por hora. Saben que
ningún humano podría cumplirlos, pero da igual. Para llegar al cupo tenemos que
trabajar dos o tres horas extra al día sin cobrar”, asegura Moni, empleada en
Inmaculate. “Cada vez hay más presión de
los clientes extranjeros para cumplir códigos de conducta que reducen los
márgenes de beneficio”, reconoce Hashi, que cobra 3.500 takas (33 euros) en vez
de los 4.200 takas que le corresponden por el nuevo baremo, y que ha llegado a
trabajar tres meses sin un día de descanso y 15 noches seguidas en temporada
alta. “Por eso, el peor trabajo se subcontrata a talleres a los que jamás ha
ido un inspector”. (…)
OPINIÓN:
La explotación del trabajador
proviene de la crisis del Fordismo, en concreto es una causa ideológica
(superestructura) proveniente de la “Crítica Marxista”. Donde mayormente se
lleva a cabo esta práctica tan denigrante para los trabajadores es en los países
tercer mundistas donde se consigue una mano de obra barata en unas condiciones
deplorables.
Bibliografía: http://internacional.elpais.com/internacional/2013/05/02/actualidad/1367516763_553235.html
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