La 'ecologización'
de la economía generaría hasta 60 millones de empleos.
La
transición hacia una economía más 'verde' podría generar entre 15 y 60 millones
de empleos adicionales en el mundo durante las próximas dos décadas y ayudar a
decenas de millones de trabajadores a salir de la pobreza, según un informe
difundido este viernes por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
El director general de la OIT, Juan Somavia, ha destacado que el actual modelo
de desarrollo ha demostrado ser ineficiente e insostenible, no sólo para el
medioambiente, sino también para las economías y las sociedades.
En el informe se analiza el impacto que la 'ecologización' de la economía puede
tener sobre el empleo, los ingresos y el desarrollo sostenible en general. La
OIT estima que, aunque los cambios se apreciarán en toda la economía, dicho
impacto se reflejará especialmente en los sectores de agricultura,
silvicultura, pesca, energía, industria manufacturera, reciclaje, construcción
y transporte.
El organismo apunta además a la eficiencia energética como otra fuente
importante de empleos 'verdes'. De hecho, el sector de las energías renovables
emplea actualmente a unos cinco millones de trabajadores, el doble que durante
el periodo 2006-2010.
En España, actualmente existen más de medio millón de empleos relacionados con
productos y servicios medioambientales, cifra que todavía se encuentra bastante
lejos de los tres millones de personas que trabajan en este sector en Estados
Unidos.
La OIT considera es fundamental el reconocimiento de los desafíos
medioambientales y socioeconómicos de una manera integral y complementaria.
"Promover procesos de producción sostenibles a nivel de empresa, y tomar
medidas a favor de la extensión de la protección social, el apoyo a los
ingresos y la formación profesional junto con un diálogo social eficaz
representan los puntos clave para la obtención de resultados", subraya la
organización.
OPINIÓN:
La
sostenibilidad a nivel global se plantea con fuerza creciente como uno de los
principales retos del siglo XXI. No son pocos los desafíos que han de vencerse
en este camino, y cada vez suenan con más fuerza conceptos como la
ecoeficiencia o la “ecologización de la economía”. Cobra importancia también la
productividad de los recursos –que calibra el grado de uso o abuso de los
recursos naturales-y surgen nuevos métodos para medir los impactos ambientales.
Se trata de
ampliar el concepto de desarrollo sostenible tanto en el ámbito público como
privado, estableciendo así un sistema de “gobernanza verde” global.Así las
cosas, las pautas marcadas para buscar solución a los problemas globales se
orientan cada vez más por la senda del desarrollo sostenible. En pleno siglo
XXI cobran relevancia y actualidad las máximas recogidas en 1987 en el
controvertido Informe Brundtland, que define al desarrollo sostenible junto al
rol del crecimiento económico, la equidad social y el papel de los poderes
políticos: “Responder a las necesidades esenciales requiere no sólo una nueva
era de crecimiento económico para las naciones en las cuales la mayoría es
pobre, sino también la seguridad de que los pobres recibirán una porción justa
de los recursos necesarios para mantener el crecimiento económico”.
El documento
ahonda también en la necesidad de medir el bienestar a través de indicadores
que se alejen de las cifras macroeconómicas, una idea expuesta ya en su día en
el ensayo “El fetichismo del PIB” de Joseph Stiglitz. De hecho, la relevancia
del PIB más allá de sus repercusiones macroeconómicas ha comenzado a tomar
relevancia en los últimos tiempos, al principio tímidamente, tal como se revela
en un informe del PNUMA publicado este mismo año que destaca que la inversión
del dos por ciento del PIB mundial en diez sectores fundamentales puede poner
en marcha una transición hacia una economía verde baja en carbono y con un uso
más eficiente de los recursos. Dicha cantidad, equivalente actualmente a
alrededor de 1.3 billones de dólares anuales, respaldado por políticas
nacionales e internacionales con miras al futuro, permitiría que la economía
mundial creciera al menos al mismo ritmo, si no es que mayor, que el previsto
con los modelos económicos actuales.
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