martes, 21 de mayo de 2013

NOTICIA TEMA 18: EL FUTBOL Y LAS EXTERNALIDADES


El fútbol y las externalidades.

 

Estos días el fútbol ocupa un lugar destacado en los medios de comunicación y se debate sobre el precio de determinados fichajes. Para unos, se trata de operaciones rentables y otros opinan lo contrario. Pero en ambos casos no se toman en consideración todos los elementos relevantes para desarrollar el argumento. Unos y otros olvidan algo muy importante: un fichaje puede ser barato para el club y caro para la sociedad; o viceversa. En cualquier caso, es necesario conocer los costes y los resultados -económicos, deportivos y sociales- de las operaciones. Pero es imposible conocerlos por adelantado. En consecuencia, los precios se han fijado sobre la base de conjeturas.
El mercado de los grandes jugadores acostumbra a ser imperfecto pues los grandes jugadores son distintos entre sí. No hay dos jugadores iguales. Los premios y reconocimientos se encargan de acentuar las diferencias. Tampoco hay muchos compradores y vendedores. Por el contrario, para cada gran jugador acostumbra a haber un vendedor y un número reducido de compradores. El vendedor tiene poder de mercado y, por ello, puede fijar un precio anormalmente alto. En este caso puede que no haya comprador o puede haber un comprador que considere que aún pagando un precio elevado la operación sea racional. En todo caso, se fija un precio que está claramente por encima del que correspondería a un mercado con muchos vendedores de jugadores similares y muchos compradores, también similares. Lo mismo sucede con el agua en el desierto: como es escasa, su precio es altísimo.
En este asunto, lo más sencillo es simplificar y decir que el precio se ha fijado de acuerdo con los principios de la oferta y la demanda, como si de un bien cualquiera se tratara. Pero simplificar no vale. Los jugadores extraordinarios, al contrario de lo que muchos piensan, no son bienes de lujo. Éstos, prescindibles por definición, registran reducciones de la demanda cuando su precio aumenta por encima de un determinado nivel. Por el contrario, los bienes de solemne necesidad, como el agua en el desierto, se adquieren con independencia de su precio. Pero la necesidad de un bien no depende de sus características intrínsecas sino de las preferencias del comprador. Aunque pueda parecer extraño, para los grandes amantes del mar un velero puede ser un bien de primera necesidad. Lo mismo ocurre con determinados jugadores de fútbol.
En este caso, el gran jugador, a diferencia de la mayoría de bienes que consumimos cotidianamente, tiene otra característica: su oferta es muy escasa. En consecuencia, si el comprador tiene el capricho -o la necesidad, de acuerdo con sus preferencias- de poseer un determinado jugador, el precio que estará dispuesto a pagar dependerá de sus recursos. Y si estos son elevados, el precio, lógicamente, será alto. Lo malo en estos casos es ir a la puja con la faltriquera llena. Esto lo sabemos perfectamente quienes practicamos la compra de libros escasos a los que damos mucho valor.
Además, cuando los precios de unos jugadores suben, ocurre como con las mareas: todos los barcos suben cuando éstas lo hacen. Y este hecho es un coste que debería ser contabilizado.
¿La decisión de pagar un precio aparentemente elevado es racional desde el punto de vista económico? No se sabe. Dependerá de los resultados globales (deportivos, publicidad, patrocinios...) y de si los mismos pueden conseguirse con un coste menor (descartes incluídos). Dentro de un tiempo sabremos si la decisión fue racional o respondió sólo a la satisfacción de una necesidad. En otros términos, se sabrá si se ha tomado la mejor decisión entre todas las posibles o, simplemente, si se ha tomado una buena decisión basada en intuiciones, deseos o fantasías.
Pero aquí no acaba el asunto. Quedan las externalidades. Las externalidades pueden definirse como los efectos de una determinada conducta sobre las personas que no actúan en el mercado. El ejemplo más utilizado de externalidad negativa es la contaminación. La educación es un buen ejemplo de externalidad positiva. En mi opinión, los grandes jugadores pueden generar externalidades positivas derivadas de su excelente juego y explicables por la satisfacción que producen sobre aquellos que, sin pagar un precio (viendo los partidos por televisión, por ejemplo), pueden disfrutar con sus jugadas. También generan externalidades negativas. Por ejemplo, sobre los aficionados del equipo rival; pero éstas, ahora, no interesan. Sí me refiero a las externalidades negativas que suponen el mensaje de cuanto ocurrió en la celebración de un sarao en un club nocturno que costó 17.500 euros y que se presenta como un reflejo del éxito.

AMADEO PETITBÓ CATEDRÁTICO DE ECONOMÍA APLICADA


OPINIÓN:
Si aceptamos que los ejemplos de Rafael Nadal, Pau Gasol, Fernando Torres, Xavier Hernández, Severiano Ballesteros, Fernando Alonso o Andrés Iniesta, entre otros, generan externalidades positivas por transmitir que el éxito se basa en el talento, el esfuerzo y la superación de dificultades, también puede aceptarse que el sarao y sus circunstancias suponen unos costes sociales que, también, deberían ser contabilizados. En suma, la economía nos enseña que no todo cuesta lo que se paga. A veces, los costes --privados y sociales- son superiores -o inferiores- a los euros pagados por un determinado jugador. El tiempo, juez implacable de todas las decisiones, nos lo dirá.

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